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Intento repetirme a mí misma ''es un niño'', ''no sabe lo que quiere'', ''no comprende nuestra relación''. Y ahí empiezan mis dudas otra vez, ¿qué relación? Todo lo que ha podido considerarse ''relación'' en mi vida ha acabado de tal manera que sería lógico pensar que yo nunca más debería arriesgarme a acercarme a nadie que tuviera un mínimo interés por mí. Pero ya sabéis más o menos cómo soy y entenderéis que no me guío por la lógica, de hecho, aún no sé exactamente por qué me guío. Y aquí estamos: en una especie de "relación" ambigua, en la que no puedo ocultar mi felicidad cada vez que le veo, pero tampoco las miles de dudas que pasan por mi cabeza (pequeña y pesada cabecita, ¿por qué nunca dejas de molestar?). ¿Será correcto? ¿Merecerá la pena? ¿Me hará sufrir? Por que ya sabéis (o deberíais saber) que si algo me molesta en este mundo es el sufrimiento: intento evitarlo desde... desde aquello que pasó. Me alejo constantemente de todo aquello que me pueda hacer llorar (creo, un poco inconscientemente, que si alguna vez empiezo a llorar, no podré parar nunca).
Y aquí aparece él: feliz, despreocupado, con todas sus ideas en orden, parece tenerlo todo claro (algo que en mi vida es, como mínimo, inusual). Irradia seguridad y me hace sentir tranquila, ¿conocéis esa sensación de calma en la que parece que es imposible que algo salga mal? Él me infunde esa felicidad serena, una sensación de tranquilidad que hace que mi corazón se olvide de cualquier otra cosa que no sea él o su sonrisa, o la vena que va desde su muñeca a su brazo izquierdo, no sé si me entendéis, quizá ni siquiera quiera que me entendáis del todo por miedo a parecer repipi o sin corazón (y es que no tengo medida). Volvamos a él y a la sensación de felicidad que me inunda cuando estoy a su lado, algo tan sin prisas, tan natural... Me da miedo perderlo (tampoco es que nunca lo haya tenido) y volver a encontrarme en un rincón, escribiendo en cualquier papel lo que tendría que haber dicho o hecho. Quiero disfrutar de su tranquilidad, de su manera pausada de hacer las cosas, quiero estar a su lado, en un sentido literal: sentarme a su lado observándole hacer cualquier cosa me tranquiliza, el tiempo que dure, sin prisas ni preocupaciones más allá de lo que vamos a hacer hoy. Quiero vivir relajada, sin pensar en qué pasará mañana, pero también me conozco y sé que hay cosas imposibles, yo soy incapaz de vivir sin pensar en el futuro, de hecho soy incapaz de vivir sin planear qué voy a hacer dentro de cinco minutos. Quiero estar a su lado (empieza a ser como una droga, mi tranquilizante) porque cuando estoy cerca de él, mis planes de futuro se difuminan. Siguen estando ahí pero lo que realmente importa es el instanteo en el que estoy, qué estoy haciendo, este mismo minuito, este pequeño segundo tocando su mano, haciéndole círculos en el sentido del reloj, escribiéndole "te quiero" en la espalda; y en esos momentos no hay futuro. Hasta que él se va, y me vuelve a dejar sola, y empiezo a pensar en qué pasará esta tarde, y qué voy a hacer ahora, y... Y necesito más droga. Y volvemos a empezar. Menudo círculo vicioso de literatura escrita en su cuerpo.

Comentarios

  1. Entre dudas y miedos, alergias al sufrimiento y tedios, entre te quieros en la espalda, vacíos y roturas, entre mapas de ruta y futuros imposibles... entre el ayer y el mañana, algún día descubrirás que te quedas con el hoy, con-tigo, con las sensaciones que nadie puede quitarte y la persona en la que te conviertes inexorablemente.
    Disfruta del camino, y no temas al sufrimiento, las cicatrices fortalecen la piel.
    Un saludo

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