Noto cómo el lápiz va trazando mi historia. Cómo va difuminándola por los extremos y la va modelando mientras la observa desde cada una de sus posibles perspectivas. Tacha, disimula, pero no puede borrar. Las palabras revolotean a mi alrededor y me hacen cosquillas en la nuca. Las veo alejarse poco a poco en este jardín de nubes mientras mi nariz empaña la ventana por donde entran los últimos rayos del día. Mis manos se pierden entre las hojas del cuaderno y tratan de buscar la manera de gritar. Quizás no sea más que otro sueño de niña que guardaba sus secretos en la manga del pijama. Levanto la mirada y en seguida naufraga en el azul de las notas de piano. Las palabras cada vez me susurran más bajo y apenas puedo distinguirlas entre los naranjas de la puesta de sol. El lápiz parece dudar, su trazo es lento y débil, puede que porque esté buscando el acorde perfecto con que terminar. Un quizás se me enreda en el pelo y poco a poco se hace el silencio. Oigo el rasgueo del lápiz hasta que su aleteo moribundo culmina este parpadeo. Se cierra el paréntesis.

Comentarios

Entradas populares