¿Vuestra vida es hueca?

No hace falta mucho para lograr la felicidad, al menos en pequeñas dosis.

A veces a mí me basta con observarme en el espejo detenidamente; fijándome en cada pequeño gesto y en cada pestañeo. En el sonido acompasado de mi respiración y cómo el espejo se va llenando de vaho rítmicamente. Cada pequeña arruga alrededor de los ojos me fascina, mientras me pregunto con qué carcajada comenzó a notarse, o por qué fruncí el ceño para que se note más aquella otra de la frente; mientras hago todo esto que muchos llamarían perder el tiempo, desconecto de cualquier cosa, y me convierto en unos ojos inquietos, y en unos dientes divertidos. Hasta mis orejas parecen querer decirme algo mientras las miro en silencio; posiblemente que no les gusta que me ponga pendientes, o que quizá quieren alguno más. Mi nariz respingona está cansada por tener que soportar unas gafas cuadriculadas todo el día, así que las regalo un minuto de desnudez, mientras me tengo que acercar más al espejo para poder encuadrarme mejor. Cuando consigo verme nítida me doy cuenta de que tengo las cejas de mi madre y una piel casi translúcida. Tengo unas grandes ojeras que no parece sino que vayan a ir en aumento con el tiempo y los problemas, y algún que otro grano propio de la edad desde hace bastante tiempo.


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