No soporto la música.

Supongo que me recuerda demasiado a él que la felicidad no existe.
No, no existe; lo descubrí el otro día. Fue simple. Tengo un peluche, (se llama Schubert) y cuando le aprietas la barriguita dice ''te quiero''. Suelo apretársela cuando estoy nerviosa y, el otro día, lo estaba mucho. Así que el muñequito emitía un sonido más parecido a un ''Tequie...te...te...te... tequie... te quie... te quiero''. De repente todo pareció simple. Todo cobró sentido. Me estaba mientiendo. A mí y a todos los que tenemos ese muñeco, o cualquier otro que emita ese sonido. En realidad no nos quieren. Sólo es un mecanismo como otro cualquiera para vender productos. ¡No deberían dejar que jueguen así con nuestros sentimientos! Deberían prohibirlo, y dejar al amor aparte. No es algo con lo que se pueda jugar. No es algo que puedan dejar que te creas para luego partirte el corazón. Para luego decirte que es una grabación monótona hecha por cualquier máquina en China o en Vietnam y repetida gracias a unos engranajes que ni sienten, ni saben qué significa lo que están diciendo. Algo así me pasa con la gente. Nunca sé si son como Schubert o están diciendo la verdad. Y cuando me dicen que me quieren, lo único que puedo hacer es encogerme mucho, cerrar los ojos mentalmente, inspirar profundo, y doblar lentamente mi corazón. Señores, sólo tengo uno y se está recuperando.


Le prometí que iba a tratarlo con cariño y que no me iba a creer todas esas mentiras nunca más.

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